Confinamiento es una palabra que, por sorpresa, se ha puesto a la orden del día desde el surgimiento de la pandemia del Covid-19. Sin embargo, en determinados sectores laborales es un término muy habitual, sobre todo para la prevención de riesgos laborales. En este artículo te explicamos qué se considera espacio confinado y cuáles son los principales ejemplos.

Qué se considera espacio confinado: definición

La definición que proporciona el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo nos ayuda a entender qué se considera espacio confinado, puesto enumera las características que deben reunir. Según esta institución, se trata de “cualquier espacio con aberturas limitadas de entrada y salida”, lo cual implica que:

  • Tiene ventilación natural desfavorable, 
  • Pueden acumularse contaminantes tóxicos o inflamables, o tener una atmósfera deficiente en oxígeno
  • Y no está concebido para una ocupación continuada

Pero a pesar de no estar concebidos para la ocupación continuada, a menudo resulta imprescindible entrar en ellos para realizar determinadas labores. Por ejemplo, para su inspección periódica con el fin de conocer su estado. O su limpieza, si esta no puede realizarse desde fuera. También pueden requerir la entrada para la reparación de alguno de sus elementos. O incluso la construcción misma del espacio.

Tipos y ejemplos de espacios confinados

Para entender qué se considera espacio confinado, resulta útil citar algunos ejemplos, que se pueden agrupar en varias clasificaciones. La más sencilla e ilustrativa nos habla de sus características geométricas. 

En este sentido, podemos hablar de los espacios abiertos en su parte superior, de modo que el confinamiento se realiza en profundidad. Y esto dificulta o impide la ventilación natural. En este tipo de espacios se pueden enumerar lugares como los fosos de engrase, los depósitos abiertos y, en especial, los pozos, aljibes y similares.

En cambio, otros espacios confinados se caracterizan por tener una pequeña abertura de entrada y salida, aunque no necesariamente en su parte superior. Tanques, túneles, cisternas o galerías de servicio son algunos de los ejemplos más habituales.

Además de esta distinción, conviene saber que también se pueden clasificar según los riesgos potenciales a los que se expone el trabajador al introducirse en ellos. Los de Clase A son los más peligrosos, pues generan un riesgo inminente para la vida. Los de Clase B, por su parte, pueden causar lesiones o enfermedades que no ponen en riesgo la vida, pero en los que es obligatorio el uso de EPIs. Por último, los de Clase C no requieren precauciones especiales por ser considerados menos peligrosos. 

Independientemente de la clase a la que pertenezcan, resulta fundamental extremar las precauciones en su interior para prevenir los riesgos laborales, que pueden ir desde la asfixia a la explosión o los traumatismos por la difícil maniobrabilidad en su interior. A ello también ayudará una adecuada señalización de los diferentes elementos.

Además, un buen trabajo de prevención abarca otras cuestiones, como una adecuada formación en los procedimientos de trabajo mientras se realiza la tarea en su interior: por ejemplo, con el establecimiento de equipos de vigilancia en la entrada o con la utilización de equipos de comunicación entre los trabajadores del interior y del exterior. Y por supuesto, hay que prever el rescate y el auxilio de las personas accidentadas, con un botiquín dotado de todo lo necesario para una intervención inmediata.

Pautas sobre ello te daremos en nuestros cursos de formación, que impartimos en las instalaciones de tu compañía o bien en las de GEPCO Working. En ambos casos nos valdremos de estructuras como torres que simulan pozos y otros lugares que se consideran espacios confinados también. Si necesitas ampliar información, no dudes en contactar con nosotros.